Puerto Esperanza, Pinar del Río, cinco de la tarde: Los hombres vuelven de la mar, con un pedazo de sol pegado a los hombros, el salitre ardiendo en las grietas de los rostros y las palabras oliendo a alcohol. Las mujeres van a casa con las jabas medio llenas o medio vacías. A esa hora todos en el pueblo regresan de hacer algo.
Cuando las puertas se cierran y las gentes se encuentran con sus frustraciones y cansancios, nacen conflictos. En otras moradas, la noche transcurre sin sobresaltos. Una noche igual a otra noche y a otra…